El arte de manejar las emociones

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Existe una broma muy antigua que muchos han escuchado alguna vez en su vida: "¿Cómo se le llama a un niño que era nerd, cuando se convierte en adulto?”, y la respuesta es: Jefe. Hasta el día de hoy, muchos creen que el coeficiente intelectual (CI) es el único determinante para tener éxito en la vida profesional. 

 

 

Esa respuesta nunca satisfizo a Howard Gardner, un psicólogo de Harvard que, cuando recién empezaba su carrera en los años 60, y luego de varias investigaciones, dio con un estudio que mostraba que el CI predecía solo el 20% de cómo le va a la gente en la vida. Gardner quería entender a qué se debía ese otro 80% del éxito, y fue el primero en proponer la idea de las inteligencias múltiples, entre ellas, la inteligencia emocional.

Si bien el concepto de Inteligencia Emocional (IE) existe desde hace varias décadas, fue Daniel Goleman, uno de los pensadores más influyentes en los negocios y autor de los bestsellers Emotional Intelligence y Focus, quien profundizó en la materia, la popularizó y reafirmó la creencia de Gardner: “nuevas investigaciones demuestran que ser inteligente con nuestras emociones es lo que nos ayuda a ser exitosos en la vida, las relaciones personales, nuestras carreras, y en los negocios. Cuando tomamos una decisión, hay dos partes del cerebro que están involucradas. Una parte es la pensante. La otra, es la que contiene nuestra experiencia y sabiduría de vida, que está conectada con los centros emocionales. Tomamos decisiones basadas en nuestra experiencia, que tiene mucha más conexión con lo visceral de cada uno y no tanto lo racional”.

Actualmente, muchos especialistas consideran hasta más importante la inteligencia emocional que la racional. Porque como explica Goleman: “las habilidades técnicas se necesitan, por ejemplo, para ser un contador. Pero, una vez que consigues el trabajo, todos los demás contadores en la oficina son tan inteligentes como tú. Las habilidades académicas desaparecen como un indicador de una actuación sobresaliente. El coeficiente intelectual no predice qué tan bien te desempeñarás como parte de un equipo, o qué tan bien puedes convencer a las personas de hacer esto o aquello. Esas son habilidades de la Inteligencia emocional”.

El descubrimiento de la “inteligencia emocional” ha producido significativos avances en el espacio laboral. Al estudiarla se llegó a la conclusión de que ser inteligentes emocionalmente nos conecta directamente con la felicidad, ya que aprendemos a controlar las emociones y somos más capaces de resolver los problemas.

Claro está entonces, que no podemos apoyarnos solamente de nuestra parte intelectual para manejarnos de la mejor manera, sino que entran en juego muchísimas otras variables que la mayoría encuentra difíciles de entender y controlar.

UN APRENDIZAJE PARA TODA LA VIDA

Comunicarse, persuadir, escuchar, dialogar, inspirar, motivar… acciones cotidianas que realizamos de manera casi automática, son todas habilidades de inteligencia emocional. Vale preguntarse entonces, ¿cómo puede la inteligencia emocional ayudarnos a ser mejores en nuestro trabajo y en nuestra vida? ¿somos conscientes de cómo nos comportamos y cómo manejamos nuestras relaciones con otros? Y, por último, ¿cómo se puede aprovechar el poder del autoconocimiento y utilizarlo como la base del desarrollo profesional?

Daniel Goleman es claro con que la IE es algo que todos pueden trabajar: “la buena noticia es que, a diferencia del Coeficiente Intelectual (CI), que no cambia desde el nacimiento, toda habilidad de la inteligencia emocional es capaz de ser aprendida”. Empezamos a entenderla desde pequeños, “cuando sos chico y tu madre o padre te levantan cuando lloras y te ayudan a calmarte, esa es una lección de inteligencia emocional. La aprendemos a lo largo de toda la vida”, explica Goleman. Desarrollarla es fundamental, por cuanto el cerebro humano está “cableado” de tal manera que las emociones son el principal motor de la conducta. En otras palabras, reaccionamos emocionalmente frente a los acontecimientos antes de ser capaces de pensar racionalmente sobre ellos.

Travis Bradberry, coautor de Emotional Intelligence 2.0 y presidente de TalentSmart, detalla que “los seres humanos tienen 27 experiencias emocionales por cada hora que pasan despiertos. Eso suma alrededor de 400 experiencias emocionales por día. Esta experiencia emocional se tiene antes de que las señales viajen a la zona racional del cerebro. Hay una reacción emocional a los acontecimientos antes de tener una reacción racional. La inteligencia emocional combina los dos. Es la capacidad para responder con la razón a estas reacciones emocionales que el cuerpo experimenta”.

Hace siglos, ante la presencia de una amenaza animal, por ejemplo, reaccionar de manera emocional era positivo, porque permitía que la persona se echara a correr en busca de refugio. Pero ese tipo de reacción hoy, en un contexto laboral, cambia. “Si un colega dice algo que no te agrada en una reunión, y tienes una respuesta emocional rápida, puede perjudicarte. La inteligencia emocional es el dominio de ambas cosas, el flujo de información entre estas dos áreas del cerebro”, concluye Bradberry.

EL PUNTO DE PARTIDA: INTERÉS GENUINO

Para poder dominar emociones y razón, tiene que haber un interés genuino por querer mejorar. Según Goleman, si un líder tiene una deficiencia, ya sea con respecto a la empatía o para gestionar sus emociones, esa persona puede ser ayudada, pero primero debe importarle, y comprender también cómo los demás lo perciben. De esta manera sabrá dónde están sus fortalezas y qué es lo que podría mejorar. Por último, necesita hacer un acuerdo consigo mismo, "que una vez que elija aquello sobre lo cual quiere trabajar –como convertirse en una persona que sepa escuchar– cada vez que tenga la oportunidad de hacerlo, practique esa habilidad", agrega. De esa manera, puede parar con lo que está haciendo y focalizar en la otra persona, escucharla bien. Practicar esto durante tres o cuatro meses, explica Goleman, logrará que empiece a fluir sin esfuerzo, porque el cerebro habrá cambiado haciendo conexiones más fuertes con esta nueva forma de hacer las cosas, y eso permanecerá por el resto de su vida.

La inteligencia emocional (IE) se adquiere mediante el trabajo introspectivo y reflexivo para comprender las emociones, tanto propias como ajenas. Para Travis Bradberry, todo comienza con la autoconciencia. “No es el hecho de conocer las emociones en el momento, aunque eso es ciertamente importante. La autoconciencia es también entender las tendencias y preferencias. Conocer las situaciones que nos permitirán tener éxito, a las personas que nos afectan, siendo capaces de evitar las situaciones que causan problemas. La autoconciencia es un viaje continuo. No es posible construir otra habilidad de inteligencia emocional sin esa base fundamental”.

Son muchos los líderes que quieren aprender sobre inteligencia emocional y liderazgo. No sólo para mejorar sino porque reconocen que ese trabajo de manera colectiva puede trasladarse a toda la organización y hacer crecer el negocio. Para Bradberry, se trata de una decisión estratégica: “ante todo, necesitan comprender que la primera responsabilidad de cualquier líder es liderarse a sí mismos. Se necesita saber cómo manejar emociones angustiantes para que no impidan hacer el trabajo. Además, es necesario saber cómo ordenar las emociones positivas, cómo focalizar en el objetivo y mantenerse enfocado, incluso cuando la situación se pone difícil”.

EL DON DE FLUIR

“Si le preguntas a la gente honestamente cómo se siente acerca de su trabajo, una gran proporción responderá que no está comprometida. Lo consideran tan sólo un trabajo y hacen lo suficiente para mantenerlo”, afirma Goleman. Teniendo esto en cuenta y que, como describe Bradberry, la inteligencia emocional explica alrededor del 60% del rendimiento de las personas en el trabajo, es necesario reforzar el desarrollo de la IE en todos los integrantes de una compañía. Y resulta clave tener líderes idóneos que generen ese cambio.

Para Goleman, “el arte del liderazgo es ayudar a las personas a obtener y mantener el estado óptimo para el rendimiento. Desde un punto de vista neurológico, esto significa ayudar a las personas a establecer y mantener el mejor estado interno, este estado óptimo se conoce como flujo (flow)”. No importa la profesión, el estado interno óptimo es igual para todos y se caracteriza por la atención imperturbable, un enfoque del 200%, adaptabilidad y flexibilidad, y una buena sensación ante los desafíos. “Se siente una especie de éxtasis o dicha. Se siente alegría por estar en un estado de flujo. Allí es donde la gente está rindiendo al máximo y se siente en su mejor momento", explica Goleman. Según él, un líder inteligente, un líder afectivo y emocionalmente inteligente puede ayudar a la gente a obtener y mantener ese estado.

Jenn Lim es la CEO de Delivering Happiness, una organización que, basada en la ciencia de la felicidad, busca inspirar pasión y propósito en el trabajo y en la vida cotidiana. Con el respaldo de varios estudios realizados, Lim asegura que si se promueve la felicidad de los empleados, la rentabilidad de la empresa aumentará un 22%, la creatividad y la innovación hasta un 300%, y la participación un 30%.

Hoy en día hay una gran cantidad de empresas que aplican prácticas relacionadas con la inteligencia emocional. La Sociedad Americana de Formación y Desarrollo (The American Society for Training and Development) descubrió que 80% de grandes corporaciones incorporan algún aspecto de la IE en sus procesos de reclutamiento, promoción, y formación. Southwest Airlines ha sido muy exitoso aplicando este modelo. Así también como Whole Foods, cuyo modelo de negocios con empleados emocionalmente inteligentes encanta a los clientes, que siempre vuelven. Para mejores negocios, debemos alentar y contratar pensando en la IE.

EL LIDERAZGO INTELIGENTE

Según Annie McKee, autora y asesora de inteligencia emocional en el liderazgo, la inteligencia emocional es un conjunto de competencias que se pueden aprender y que son las que hacen la diferencia. Se trata de tres habilidades fundamentales. En primer lugar, la autogestión: la capacidad de controlar reacciones impulsivas y gestionar las emociones sanamente. Luego, la conciencia social: cuando uno entiende las emociones, las necesidades y las preocupaciones de otras personas. Y, por último, la gestión de las relaciones: saber desarrollar y mantener relaciones sanas, comunicarse de manera clara, inspirar e influir a otros, trabajar bien en equipo y manejar el conflicto. Todas estas competencias, sumadas a la autoconciencia, son los atributos de un líder emocionalmente inteligente que vienen a derribar dos mitos que McKee cree quedaron obsoletos. “El primer mito es que ser inteligente basta. El CI te abre la puerta, la IE te diferencia. Es lo más importante que puedes hacer si quieres mejorar en el trabajo, ya sea que trabajes en un equipo o lo líderes. Si mueves el dial de tu habilidad para entenderte a ti mismo y entender cómo te conectas con otras personas, cómo empatizas con otras personas y saber qué los motiva, no solo serás más efectivo, sino que ellos también lo serán”, señala la autora.

El segundo mito resalta la creencia de tener que dejar los sentimientos de lado, dejarlos en la puerta antes de entrar. McKee explica que más allá de que estemos o no de acuerdo, eso es imposible ya que somos seres humanos que sienten. “Cuando nos sentimos bien –y por eso insisto en trabajar en la felicidad–, cuando estamos emocionados, entusiasmados y estamos comprometidos a contribuir en algo más grande que nosotros, nuestros cerebros trabajan mejor. Así que realmente importa, debemos prestar atención a cómo nos sentimos en el lugar de trabajo, porque es una parte importante de lo que hacemos”, concluye McKee. Tener un liderazgo inteligente aplica no sólo en relación a los demás, sino también a uno mismo. Arianna Huffington, cofundadora de The Huffington Post, lo vivió en carne propia, cuando un estilo de vida estresante y jornadas laborales de 18 horas la llevaron a colapsar. Desde entonces, su trabajo se centra en la importancia del bienestar, la sabiduría, la habilidad para sorprenderse y dar a los demás. “Así como nuestro mundo está constantemente bañado de señales destellantes que nos impulsan a ganar más dinero y escalar hasta la cima en el ámbito laboral –explica Huffington–, prácticamente no recibimos mensajes que nos recuerden la importancia de estar conectados con la esencia de quiénes somos, de cuidarnos, de acercarnos a otros y ayudarlos, de tomarnos un minuto para hacer una pausa y sorprendernos con lo que nos rodea, de conectarnos con ese lugar donde todo puede ser posible. Para ella, resulta clave buscar el bienestar pleno, que nos permite tomar conciencia de nuestras vidas a medida que las vivimos.

MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA

Además de ser necesaria para aquellos que interactúan con pares en un contexto laboral, la Inteligencia Emocional es esencial para tener una vida equilibrada en todos los aspectos.

  • Salud Física: La habilidad de cuidar el cuerpo y la de manejar el estrés, que impacta a la salud, están muy ligadas a la inteligencia emocional de cada uno. El solo hecho de ser conscientes del estado emocional en el que nos encontramos y de las reacciones que genera es el primer paso para poder manejar el estrés y mantener la salud.
  • Salud Mental: La IE afecta nuestra actitud de vida. También contribuye a aliviar la ansiedad y los cambios bruscos de humor. Un alto nivel de IE se relaciona directamente con una actitud positiva y una visión más alegre de la vida.
  • Relaciones Personales: Al tener más entendimiento y mejor manejo de las emociones, somos más capaces de comunicar lo que sentimos de manera constructiva. Comprender las necesidades y los sentimientos de las personas que nos rodean nos brinda la posibilidad de desarrollar relaciones más sólidas y plenas.
  • Resolución de conflictos: Cuando hay empatía y discernimiento de los sentimientos de las otras personas, los conflictos son más fáciles de resolver y hasta se pueden evitar. Nos convertimos en mejores negociadores por esa habilidad de entender las necesidades y deseos del otro.
  • Éxito: Mayor IE contribuye a tener más motivación que reduce la procrastinación, genera confianza y mejora la habilidad de enfocarse en un objetivo. También permite crear mejores redes de contención, superar obstáculos y perseverar con una visión más resiliente. La habilidad de demorar la gratificación inmediata y poder ver a largo plazo afecta de manera directa la habilidad para ser exitoso.
  • Liderazgo: Los mejores líderes son aquellos que entienden qué es lo que motiva a otros, se relacionan en una manera positiva, y arman vínculos fuertes con sus pares. Un líder efectivo puede reconocer las necesidades de sus empleados y logra satisfacerlas generando así mejor desempeño y satisfacción en el lugar de trabajo. Un líder emocionalmente inteligente logra armar equipos de trabajo sólidos a través de un uso estratégico de la diversidad de personas y sus emociones, beneficiando el equipo como un todo.

(FUENTE: https://www.lifehack.org/articles/communication/emotional-intelligence-why-important.html)

TAGS: liderazgo, inteligencia emocional, éxito, recursos humanos, estrategia

POR: WOBI

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